lunes, 29 de junio de 2009

El primer PERA en arribar al Nuevo Mundo: América

(Mapa de la ruta de viaje de la expedición de Don Francisco de Montejo para la conquista de la península de Yucatán - México, en el año 1526)

Quizás muchos de nosotros, los que tenemos como apellido PERA, hemos pensado en algún momento que por la peculiaridad de nuestro apellido, así como por el desconocimiento y la escasa probabilidad respecto a que otras personas en nuestros países de origen porten el mismo, es poco menos que un imposible hallar otras personas, que sin ser familiares nuestros, tuviesen dicho mismo apellido. Yo mismo, durante buena parte de mi juventud, pensaba que ello sucedía con mi familia, aquí en el Perú; mas un día reparé que ello no era cierto, pues mi padre me comentó que había tenido el gusto de conocer a una familia de apellido PERA que vivía como nosotros en la ciudad de Lima, y que de modo comprobado no eran parientes nuestros. Grande fue su sorpresa, me refirió en aquella oportunidad, cuando ingresó a una farmacia en un distrito aledaño a nuestra casa, y se enteró que el propietario de la misma tenía nuestro mismo apellido. Mi padre, muy intrigado y hasta cierto punto consternado (pues él también creía que en Lima los únicos PERA eran los de nuestra familia), preguntó por dicho personaje, y hasta pudo entablar contacto con él, enterándose de que se trataba de un ciudadano de origen español, más concretamente catalán -como la gran mayoría de españoles de apellido PERA-, asentado en estas tierras desde hacía unas escasas décadas. Así, mi padre y luego yo, supimos de la existencia de esta otra familia PERA, en la misma ciudad en la que vivimos.

Algunos años después, sería yo quién tuviese de primera mano conocimiento sobre estos otros PERA, también emigrantes a este país y asentados en esta misma ciudad. Un día tuve la sorpresa, en extremo infrecuente, de oír que antes de mi nombre en la lista que pasaba el profesor en un curso de la Universidad en la que estudié, se nombraba a una chica con mi mismo apellido paterno (huelga decir que salvo ese y algunos otros cursos más que llevé con aquella misma chica, nunca jamás he escuchado en lista alguna que llamen a otro antes que a mí con mi apellido; por tal, hasta aquel momento siempre había sido yo el único PERA que oía nombrar en toda lista que no implicara a un familiar). Y fue así, primero la nombraron a ella y a continuación me nombraron a mí, reconociendo en su rostro la misma extrañeza que en el mío cuando la nombraron a ella. Ambos nos observamos, algo disimuladamente, bastante consternados (aunque quizás más ella que yo), y no fue sino hasta unas clases después, que nos decidimos a hablarnos sobre aquel curiosísimo hecho. En aquella ocasión le comenté que, como suponía yo, ella debía ser la hija de aquel señor de apellido igual al mío proveniente de España; así como le confirmé que yo era el hijo de aquel otro señor proveniente de Italia, del que su padre alguna vez le comentó también vivía en Lima y tenía su mismo peculiar apellido sin ser parientes. Así fue como por segunda vez, nos encontramos en Lima-Perú, dos familias de idéntico apellido pero con diversos orígenes, y que junto al mismo además compartíamos esa particular idea de creer que por la extrema singularidad de nuestro apellido, éramos los únicos que lo portábamos, no solo en la ciudad, sino en el país entero.

Leyendo algunos comentarios vertidos por diversas personas de apellido PERA, brindados los mismos en páginas del Facebook creadas para hacer que los PERA del mundo se conozcan e intercambien experiencias e ideas sobre el apellido, he tenido conocimiento de esta sensación generalizada entre las personas con dicho apellido; y me refiero aquí, al creer que por la particularidad extrema del apellido PERA, somos pertenecientes a la única familia que lo porta en nuestros países de origen, idea que muchas veces está totalmente errada.
(http://www.facebook.com/home.php?#/group.php?gid=36083353187&ref=mf
http://www.facebook.com/home.php?#/group.php?gid=39149484462)

Es así como muchos de nosotros hemos vivido errados, pensando que nuestra familia de apellido PERA, es la única en nuestra ciudad natal e incluso a veces hasta dentro del país de proveniencia. Como comento, casi siempre esta conjetura es errada, porque por supuesto en los dos países donde existe la mayor cantidad de familias con el apellido PERA, España e Italia, es de conocimiento público y masivo que existen otras familias con dicho idéntico apellido, y frente a las cuales no tienen ningún lazo de parentesco. Incluso yendo más allá del propio país, hasta hace poco yo mismo creía que en la República de Chile no existían familias de apellido PERA, mas hace aproximadamente un mes, tuve conocimiento de una familia de origen español-catalán que emigró a dicha tierra a inicios de la década de 1950, y que ya cuenta con al menos dos generaciones nacidas en el territorio de aquella república sudamericana; cosa semejante me pasó con Ecuador y Cuba, donde para ser honesto hasta hace poco conjeturaba que era bastante improbable que existiesen personas que portasen mi mismo apellido, PERA, idea que hoy sé está errada. Es así que me parece que dicho tema sucede netamente con aquellas familias que descendemos de emigrantes, principalmente al continente americano. Y he allí otra falsa creencia. Tal como hemos muchas veces pecado en creer que la propia, es la única familia con el apellido PERA en el país de destino de nuestro ascendiente; también muchos hemos pecado en creer que probablemente fuese nuestro antepasado (padre, abuelo, bisabuelo o tatarabuelo que emigró desde España o Italia -como es mi caso-), la primera persona de apellido PERA que emigró a América, sea Norte - Centro o Sudamérica. Sepan aquellos que llevan por apellido PERA y que tenían esta idea en mente, que la misma es absolutamente errada, y ahora les explicaré el por qué.

Hasta hace algunos meses, creía yo que mi familia posiblemente había sido una de las primeras familias de apellido PERA en emigrar cuando menos a América del Sur. No obstante, profundizando en una pequeña investigación respecto a los primeros emigrantes españoles a América luego de que ésta fuese descubierta por el genovés Cristoforo Colombo, y fuese nombrada como parte del territorio colonial del Reino de España, las “indias españolas”, tuve conocimiento del primer individuo de apellido PERA que llegó al Nuevo Mundo. Se trató del expedicionario español Don Cristóbal PERA, quien arribaría al Nuevo Mundo tan solo 35 años después del descubrimiento de América por parte de Colombo; ello según consta en el "Catálogo de Pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII y XVIII", Tomo I, Pág. 129 de autoría de Don Cristóbal Bermúdez Plata (ex Director del Archivo General de Indias), publicación editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas "Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo" de la ciudad de Sevilla, Andalucía - España, en el año de 1940. Dicha información se puede visitar en el siguiente link:
http://www.sologenealogia.com/Pasajeros/listadogeneral/1509-1534/apellidos/1509-1534-apellidos-158.htm

Pero, ¿quién fue Cristóbal PERA? Según se indica en el documento antes señalado, Don Cristóbal PERA fue un expedicionario español nacido en Ciudad Real, una pequeña localidad de actuales setenta y dos mil y tantos habitantes (por lo que imaginamos que para el año de nacimiento de este personaje, probablemente a finales de 1400, la población de dicha ciudad debe haber sido no mayor de los diez mil habitantes), asentada a doscientos kilómetros de Madrid, y perteneciente al entonces (Siglo XV) Reino de Castilla. Sus padres fueron Don Juan de Quirós y Doña Francisca de Treviño, y he aquí de disipar una duda saltante a primera vista, la discrepancia existente entre el apellido del expedicionario y de su padre. Ello tiene una explicación bastante simple, y es que pese a que por obligación religiosa cristiana - católica tras el Concilio de Trento (1545-63) se decretó la implementación obligatoria y legal canónica de bautizar a los nacidos en el seno de familias católicas, otorgándole para ello un nombre de pila y un apellido al recién nacido o bautizante, en ningún caso se reguló legalmente con obligatoriedad alguna respecto a qué apellido debía llevar el individuo que se estuviere bautizando. En ese sentido, como no existía regulación legal a ese respecto, al momento de bautizarlo, los padres o padrinos o cualquier pariente del menor podía elegir el apellido que este portaría en adelante; así como si aquel que se bautizaba era ya mayor de edad o con discernimiento, podía escoger el apellido que deseaba de entre los de sus familiares, o incluso adoptando el apellido de su padrino o madrina. En aquellos años, al no existir regulaciones legales específicas, el sistema de herencia legal de apellidos pues era realmente en extremo caótico, por el hecho de que básicamente se le podía imponer cualquier apellido al bautizante, así como la propia persona podía decidir en cualquier momento de su existencia, dejar de utilizar determinado apellido y usar otro por mera conveniencia personal, o tal vez para lograr una mejor identificación, o quizás simplemente, por apego a un determinado familiar. Un ejemplo de ello, fue el escritor y cronista hispano-peruano Inca Garcilaso de la Vega, quien nació y fue bautizado bajo el nombre de Gómez Suárez de Figueroa a pesar de ser hijo -aunque ilegítimo- de Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas. No obstante, dicho nombre y apellidos ilustres (Suárez de Figueroa), fueron los que le otorgó el mayor de sus tíos paternos al bautizarlo, quien pertenecía a la rancia casta de la Casa Nobiliaria de Feria, tiempo después, en el exilio auto-impuesto en España (donde fuere acompañado por otro de sus tíos paternos llamado Alonso de Vargas), el cronista dejaría el nombre de Gómez Suárez de Figueroa (el cual se dice que le fue impuesto en honor de su abuelo), y empezaría a utilizar por siempre el de Inca Garcilaso de la Vega, nombre en el que reuniría toda la tradición cultural hispánica de su padre, con la tradición noble incaica de su madre, y el cual tendría plena validez legal, pudiendo el cronista heredar aquellas tierras que su padre le dejaría en Paucartambo, así como una cantidad otorgada por su tío Alonso de Vargas -quien como se puede apreciar, utilizaba como primer apellido el apellido que el padre del Inca Garcilaso utilizaba como segundo, siendo hermanos-, pese a haber cambiado de nombre.

Como he demostrado, al no existir normales legales respecto a la adopción de apellidos, era muy frecuente encontrar familias por ejemplo con diez hijos, donde tres utilizaban un patronímico (armado con el nombre de su padre como Álvarez, el hijo de Álvaro), dos utilizaban el apellido de la madre (Montes), otros dos utilizaban el apellido de su abuelo materno (Rodríguez), otro utilizaba el apellido de su padrino (López), otra el apellido de su madrina (Ávila) y finalmente el último decidiese utilizar el apellido de un tío paterno (Peralta); todos estos eran hermanos de padre y madre, y pese a ello portaban tanto válida como legalmente aceptada, una multiplicidad de apellidos, sin que ello mellara en ningún aspecto el tema familiar; era por tanto, perfectamente posible este tipo de casos, con hermanos que utilizaban apellidos totalmente distintos entre sí, así como el cambio de los propios apellidos "sobre la marcha" en la vida del sujeto, tal como en el caso del Inca Garcilaso de la Vega. Ello se dio tanto antes del citado Concilio de Trento, como después, hasta que finalmente dicho asunto fuese regulado dentro del proceso codificatorio iniciado por Napoleón Bonaparte emprendido desde el Siglo XIX, y que se aplicaría paulatinamente en todas las naciones occidentales a partir de dicho siglo. Es por ello, que pese a existir una obligación religiosa católica de portar un apellido, jamás se legisló sino hasta entrado el Siglo XIX, sobre reglas en cuanto a la adopción de apellidos o herencia de los mismos que fueran definitorias.

Habiendo sido necesaria esta explicación, puedo decir que no es de extrañar en ningún sentido que Don Cristóbal PERA utilizase el término PERA como apellido en diferencia del apellido portado por su padre, Quirós, o por su madre, de Treviño. Siguiendo esta breve explicación, podemos observar que Cristóbal PERA debió haber nacido a fines del Siglo XV, para tener una edad suficiente que le permitiera trabajar y viajar (quizás en sus treinta y tantos años al Nuevo Mundo), y que le haya sido impuesto o incluso él mismo haya decidido en su madurez, utilizar no el apellido de sus padres como es evidente, sino quizás el apellido materno de alguno de ellos, o el apellido de alguno de sus abuelos, tíos o hasta padrinos, pues como he referido, la única necesidad en aquellos años era portar un apellido, para lograr la más concreta y fácil identificación del sujeto en una comunidad, y la variación en tanto ello, era perfectamente permisible al no existir ley que lo regulase. Asimismo, Cristóbal PERA nació mucho tiempo antes que se realizara el Concilio de Trento, por lo que lo más probable es que haya sido objeto de una práctica común de los antiguos sacerdotes de la época, quienes pese a no tener la obligación canónica de hacerlo, era frecuente que desde el Siglo XII en adelante, los párrocos llevaran un registro muy básico pero fiable de los bautizados en sus parroquias, digamos que como un elemento no obligatorio pero muy útil de registro de sus fieles. Al ser Don Cristóbal PERA natural de Ciudad Real, es probable que haya sido bautizado en la Iglesia de Santiago -de dicha ciudad- la misma que data del Siglo XIII (y es la más antigua de la zona), o en la Iglesia de San Pedro que data del Siglo XV. Como he referido, al no existir normativa al respecto (ni religiosa ni civil), prácticamente el apellido del bautizante quedaba por entero en manos de la decisión y libre albedrío de quien lo llevara a actuar dicho sacramento ante el párroco. Por todo ello, no es de extrañar ni causa algún conflicto, en que el expedicionario Cristóbal PERA, usara un apellido distinto al de sus padres.

Respecto a la historia en sí de su arribo a América, debemos hacer un breve estudio de las circunstancias en las que se desenvolvieron aquellos hechos. En el año 1514, el potentado militar Francisco de Montejo se embarcó con destino a las indias españolas. En 1518, gracias a su fortuna personal, fue aceptado como socio y Capitán de uno de los barcos que ayudarían al famoso Francisco Hernández de Córdoba en la expedición que tendría como objetivo internarse en las tierras agrestes de Yucatán - México, y derrotar así a los mayas. Al mando de dicha expedición, se encontraba el sobrino de Hernández, Juan de Grijalva, amigo de Montejo y quien lo aceptaría como Capitán de uno de los cuatro navíos con los que realizarían dicha expedición, en la cual descubrirían la isla de Cozumel, así como las costas de la península de Yucatán. En 1519, Francisco de Montejo acompañaría al más célebre de los conquistadores españoles de Norteamérica, Hernán Cortés, en la conquista de México. A decir de quienes lo conocieron, de Montejo fue un hombre valiente que se distinguió por su gran sentido de la diplomacia, virtud que le valió para ser nombrado posteriormente por el propio Cortés, como mensajero suyo para que informara a la Corte Real de España de los resultados de su expedición en tierras norteamericanas.

Años más tarde, e incentivado por sus pasadas aventuras, Francisco de Montejo siendo ya un acaudalado y renombrado militar, consiguió que el propio Rey Carlos I lo autorizaría a emprender la conquista de la península de Yucatán, otorgándole los títulos de Adelantado, Gobernador y Capitán General de dicho territorio, para lo cual de Montejo ya había conformado un pequeño ejército en gran parte pagado y pertrechado por él mismo. Dicha autorización de expedición y conquista en nombre del Rey de España, fue finalmente emitida por el Monarca ibérico en fecha 08 de Diciembre de 1526, por lo que ya contando con el permiso legal, de Montejo se aprestó inmediatamente a zarpar con destino a la conquista de la aventura.

Pese a que la pequeña armada y los pertrechos de la misma habían sido pagados casi en su totalidad por el propio de Montejo, al ser una expedición que solo tenía legalidad con la autorización expresa del Rey, y asumiéndola en su pleno nombre, el Monarca español tenía la prerrogativa de informarse respecto a las condiciones logísticas de dicha escuadra. Es así que en aquel mismo momento, el Rey Carlos I de España designó a Don Cristóbal PERA en el cargo de Alarde frente a la tropa de Francisco de Montejo y su expedición de exploración y conquista de Yucatán. Dicho trabajo iniciaría para Cristóbal PERA en el Puerto de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz - España, desde donde partió la expedición de Montejo hacia la conquista final de Yucatán y Cozumel.

El cargo de Alarde era aquel por el cual quien lo ostentaba, se encontraba encargado de pasar revista de la cantidad de armas, alimentos, armaduras, caballos, etc. así como de enterarse de primera mano si los propietarios de los mismos se encontraban dispuestos a entrar en campaña de guerra bajo la espada del Rey y a su servicio. Básicamente, este era un cargo desempeñado por orden expresa del propio Rey, y por una persona allegada al mismo -dada la confianza depositaba en su labor-, ya que debía sostener un trato directo y en su nombre con personas tanto de la realeza tales como Duques, Condes o Vizcondes, como con burgueses, Caballeros, Escuderos y hasta vasallos. Su labor era lo que actualmente podría catalogarse como una logística general de guerra, puesto que debía encargarse de revisar tanto las necesidades de los que estuvieren luchando guerras (de expansión o colonialismo) en nombre del Rey de España, así como debía también manejar las cifras relacionadas a la cantidad de armamento, alimentos, caballos, barcos, etc. que se hacían necesarias en el desenvolvimiento de tales empresas; y en ese sentido, incluso fungía en cierto modo como un embajador directo del Rey, respecto a los individuos con las calidades antes señaladas, para saber a ciencia cierta con quienes podía contar el Rey para llevar a cabo la expansión de su territorio, fuese por medio de expediciones y colonización, o en el caso de que fuese por medio de una guerra.

En dicho caso en específico, tras ser nombrado Cristóbal PERA como Alarde de la expedición de Francisco de Montejo, debería hacerse del conocimiento no únicamente de la situación en cuanto a la cantidad y la calidad de las armas y soldados con los que contaba dicho expedicionario, sino además de la lealtad y conquista que en nombre del Rey de España de Montejo estaba dispuesto a efectuar en las tierras del Nuevo Mundo. Cristóbal PERA tenía entonces la especial tarea no solo de rendir cuentas ante Carlos I de España por las necesidades del ejército constituido por de Montejo, sino igualmente por la corroborada lealtad del mismo frente al Rey; y así lo hizo. PERA pasó revista a la escuadra conformada por de Montejo, y muy diplomáticamente se cercioró de su lealtad al monarca español. Tras efectuar dicha primera revisión y levantar un acta, Cristóbal PERA enrumbó con el tropel de Montejo para cumplir con su función ya en tierras americanas. Arribó a las costas de Yucatán y Cozumel el 29 de Junio del año 1527, un día como hoy hace 482 años, constituyéndose así como la primera persona de apellido PERA en emigrar al Nuevo Mundo de manera documentada, y como he referido, a solo 35 años del descubrimiento de aquella nueva tierra. Por lástima, no conozco ninguna otra referencia de Cristóbal PERA, por lo que no se sabe si tras el fracaso de aquella primera expedición realizada entre los años de 1527-28 regresó a España, o si continuó en Yucatán para el año de la segunda expedición conquistadora llevada a cabo por de Montejo entre los años 1531-35, segunda expedición que también fracasaría, hasta que finalmente Yucatán fuese conquistada en el año 1546, a veinte años de dada la primera expedición. El destino de este personaje, Don Cristóbal PERA, es por lo mismo incierto.

Esta fue en suma, la historia del primer PERA que emigró a América, del cual se tenga referencia exacta, documentada y específica, a pesar de que no sepamos nada mas del destino del mismo, de si retornó a España, o si permaneció en América hasta su muerte. Como podemos ver, la aparición de este individuo, nos demuestra clara y contundentemente, a todos aquellos que suponíamos que nuestros antepasados quizás habían sido los primeros de apellido PERA en emigrar a esta parte del mundo, que estabamos muy equivocados, puesto que pocos años después del descubrimiento de esta nueva tierra, un personaje de apellido PERA hundió sus pies en tierras americanas, siendo el primer sujeto de apellido PERA en respirar el aire puro y ver las espejadas aguas de este hermoso continente.

Actualmente algunos sobrinos míos viven en dicha misma zona Yucatán - México, y como le referí a ellos, pese a que me han dicho que son los únicos de apellido PERA que han vivido en dicho país, les debo corregir y decirles que un día, hace 482 años, un individuo español nacido en tierras del Reino de Castilla y llamado Cristóbal PERA, arribó a Cozumel, y tiempo después posó sus pies sobre la cálida arena atlántica de Yucatán, para luego iniciar la expedición y conquista de dicha tierra, y ser el primer PERA en visitar América del que se tenga conocimiento certero, allá por el año de 1527.

 

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